13-02-2014. «Salir a aprender. El Espacio Colombre organiza un taller de narración oral» en Diario de Sevilla
A poco que empezamos a rodar una de nuestras señas de identidad como espacio cultural fue aliarnos con la maltratada narración oral de historias, que al menos en Sevilla, en lo que a público adulto se refiere, se había quedado sin un lugar de referencia, sin un refugio donde los cuentos fueran acogidos y recogidos por oídos y corazones ansiosos de conocer historias viejas y nuevas. Desde el principio hemos entendido que Colombre tenía que ser un lugar donde pudieran encontrarse los narradores y los «oídores», los que cuentan y los que escuchan, y hemos tratado de propiciar una programación que fuera bidireccional, cercana y activa, en donde quienes van a contar acaban escuchando y quienes, a menudo, creen que van solo a oír, terminan también por darle voz a sus propias historias.
Hemos tratado de llevar desde el principio una programación cuidada y medida al público de nuestro espacio, tratando con cariño y con amabilidad a los narradores y al público, de manera que una actuación alimentara la convocatoria de la siguiente, y que en conjunto siguiera habiendo variedad y diversidad. Nos propusimos, a lo largo de los primeros años de vida de Colombre, que fueran pasando los mejores narradores locales –los residentes en Sevilla– y los que venían de fuera, que venían con enormes ganas y apetito de conocer Colombre, como fue el caso de la colombiana Carolina Rueda, que solo con pisar nuestra librería dejó en ella una impronta sagrada, una marca que nos ayudó a que el resto entendieran que Colombre era, e iba a ser en adelante, en cuanto al arte de contar historias se trataba, un lugar sagrado, un lugar de culto, un templo de las palabras. Y en ese empeño seguimos.